El vapor limpia perfectamente la piel, el órgano más grande del cuerpo humano, de bacterias, partículas de polvo, células epiteliales muertas y secreciones cutáneas, al tiempo que mejora la función fisiológica de la piel. El vapor estimula las capas proliferativas y queratínicas basales de la piel, aumenta las propiedades bactericidas y normaliza la actividad de las glándulas sebáceas. El calor acelera los procesos químicos del organismo, por lo que los baños de vapor y sauna son una de las formas más sencillas y cómodas de eliminar las toxinas acumuladas en el cuerpo. A medida que los poros se abren y los millones de glándulas sudoríparas comienzan a excretar, el cuerpo se libera de productos metabólicos y otros productos de desecho. Como resultado, aumenta la elasticidad y el tono de la piel, se restablece el equilibrio hídrico y la piel rejuvenece.
La sauna de vapor entrena el sistema cardiovascular, activa el metabolismo y quema las calorías que se gastan en sudar. El calor ablanda el tejido conjuntivo de los músculos y los hace más flexibles, con lo que la tensión muscular se disuelve y se elimina el ácido láctico, subproducto de los ejercicios intensos.